
Hoy con los satélites…
Hoy con los satélites se puede dibujar todo con una precisión casi milimétrica, pero en el siglo X, el XVII o el XIX, no había nada de eso ¡La exploración espacial sonaba a brujería! Y el poder volar y tomar fotografías desde el cielo era un sueño imposible. Entonces ¿Cómo hacían los mapas?

Cuando no había tecnología como la actual, se compensaba, como muchas otras cosas… con mucho ingenio.
Los agrimensores y la geodesia
Se recopilaban datos geodésicos, que son a grandes rasgos, una manera de definir las medidas de la tierra en sus distintos territorios.

Para ello se usaban las distancias terrestres, de una manera similar que podemos emplear para medir hoy nuestra propia casa. A otra escala, claro.
Y además lo acompañaban con los ángulos, no sólo para medir las alturas de los accidentes geográficos, sino para los dibujos y requiebros que hace el terreno como, por ejemplo, en las líneas de costa o en los meandros de los ríos. Pero no sólo para delimitar estas irregularidades, sino que la angulación y la triangulación se usaba determinar las distancias entre distintos puntos geográficos. Las matemáticas, como en casi toda ciencia, jugaban un papel fundamental.
El trabajo de la medición de distancias era realizado por los llamados agrimensores o topógrafos.

Una cuestión de medidas
También se usaban unidades de tiempo, para el recorrido de largas distancias. Mucho antes de la adopción casi mundial del sistema métrico decimal, a finales del s.XIX, o del sistema imperial (en los países donde está implantado aún) se usaba un rosario de diversas medidas, como los estadios (180 m. aprox.), o las millas (1600 m. aprox.) de la edad antigua, pero estas equivalencias varían según la civilización que las usaban, incluso varían de una ciudad a otra.

En las medidas de distancias, no existían estándares concretos como los que tenemos hoy, y por ello se explica la tremenda imprecisión de los mapas más antiguos, que, además, no interesaban tanto cartografiar como los cielos, los cuales sí interesaban tanto por razones religiosas, como por prácticas, ya que, según la posición de los astros, se determinaba la época del año y el tiempo de las siembras o las cosechas.

Lo más práctico, sobre todo para el ciudadano medio era medir las distancias en función del tiempo que se tardaban en recorrerlas, dependiendo del medio de transporte.
Como curiosidad, en esta web elaborada por la Universidad de Standford, sirve para calcular el tiempo que llevaba hacer una ruta entre distintos puntos del Imperio Romano, usando distintos medios de transporte, así como distintas épocas del año (no era lo mismo viajar en verano que en invierno), como si se tratase de un Google Maps de la Edad Antigua.

Por ejemplo: desde Roma hasta Pompeya, usando la ruta más rápida, se tardaban 2,2 días … ¡En Barco! Entendemos que era mucho más rápido ir al puerto de Ostia, tomar un barco que bordeara la costa de Italia, que ir por vía terrestre para cubrir los más de 270 km. que hay entre ambas ciudades, en la misma península itálica.
La precisión de las costas
Aunque el desarrollo de las calzadas y los caminos evolucionaron enormemente los desplazamientos terrestres, así como la cartografía del terreno, los mapas antiguos eran más precisos en sus costas y mares, los que eran más transitados, especialmente los del Mare Magnum (Mar Mediterráneo) que los elementos cartográficos representados en tierra firme.
También las líneas costeras eran una excelente referencia para tomar las medidas y trazar los contornos de los países. Cualquiera podría subirse a lo alto de una montaña junto a la costa o un acantilado, como esos que abundan tanto en las penínsulas del Peloponeso, en Grecia, en la península ibérica o en la propia península itálica y observar como la tierra recorta las líneas de los mares.

Otra cosa era incluir, a modo de vaga referencia, las cordilleras y algunos ríos. De ahí, que algunos de los mapas antiguos incluyan estos accidentes geográficos como si hubiesen estado dibujados por un niño.

Cuando se trata de la antigüedad, hemos de despojarnos de todo pensamiento moderno de instrumentos o métodos sofisticados. En los primeros siglos en los que tenemos constancia de mapas, especialmente los de hace dos milenios atrás, para dibujarlos bastaba con viajar, observar y medir distancias. Para representar lo desconocido, había que hacer uso de imaginación o historias que se contaban acerca de aquellas tierras extrañas. Y, por último, cubrir el mapa de un barniz de subjetivismo imperial o nacionalista. Lo habitual era colocar Roma en el centro del mundo, o en tras la entrada del cristianismo en el poder, a partir del siglo IV d.C. era muy común colocar Jerusalén en el centro. Lo que estaba más lejos de ese centro era considerado desconocido, extraño o incluso peligroso.